Ayer estuve en la Legislatura Porteña, dando una conferencia sobre el estado del empleo público, en Argentina.
Durante los últimos diez años el empleo público en Argentina ha crecido en forma sostenida y es el mejor remunerado de la región. Tras esta afirmación surge un interrogante. ¿Se distingue nuestro empleo público por ser dinámico, eficiente y brindar prestaciones y servicios compatibles con ese alto porcentaje de empleo y remuneración? Mi respuesta es negativa.
Los dirigentes políticos somos grandes responsables por el abuso del empleo público y su uso como prebendas e intercambio de favores.
En nuestra constitución se destacan dos grandes guías orientadoras para un empleo público profesional, capacitado y eficiente: La idoneidad y la estabilidad.
Ningún otro trabajador en nuestro país goza de estabilidad absoluta y ante este beneficio excepcional el requisito de idoneidad debe hacerse más fuerte a través del concurso público.
Existiendo “válvulas de escape” que desnaturalizan el espíritu de la Ley ha llegado la hora de poner el acento en la idoneidad y ser muy firmes en la exigencia del examen de ingreso y la capacitación.
De ser así, habremos dado un gran paso hacia un empleo público eficiente, profesional, transparente y al servicio de los ciudadanos, que es lo que corresponde.
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